Hipnosis Interrupta

Me gustó su voz cuando hablé por primera vez con él. Pedí cita por teléfono para su consulta y pensé que tenía una voz muy agradable y bastante sensual aunque recordé que, siempre que un hombre me había atraído por su  voz, invariablemente había terminado por decepcionarme en cuanto lo veía en persona.

En su caso, no fue así. Me abrió la puerta y allí mismo, algo muy dentro de mí se encendió.
No era guapo, como el típico hombre guapo de rasgos bonitos y simétricos. El era atractivo, muy atractivo, con una mirada penetrante y directa. Y también inteligente e intuitivo. Y eso fue lo que me terminó de convencer.

Recuerdo que ese primer día hablamos de varias cosas, además del estado de mi espalda. Había un libro en la sala de espera. El, me lo recomendó. Estuvimos un rato charlando sobre unas cuantas cosas más, insiginificantes a primera vista. Pero esas cosas no hicieron más que reafirmarme en mi primera impresión.

Definitivamente, mi fisioterapeuta me volvía loca. Por no decir que me ponía cachonda.

Continué yendo a su consulta, dejándome tocar por él, dejándome observar por él. Cada vez que me rozaba la espalda sentía cien descargas, se me erizaba la piel. Apenas podía disimularlo. Sentía que me tenía bajo su poder y yo, yo no podía hacer nada por remediarlo.

O quizá sí.

Tonteábamos a ratos, nada importante, pero lo suficiente como saber que podía arriesgarme a dar un paso más.

Había sido su cumpleaños. Yo estaba tumbada boca abajo en la camilla. Como siempre, mientras estaba conmigo, hablábamos. El ya sabía que yo bailaba, así que le propuse un regalo de cumpleaños:

Quería bailar para él.
Sólo para él.
Y él aceptó.

Fue un sábado por la tarde. Era invierno y se estaba haciendo de noche. Quedamos en la calle y subí con él.
Me vestí para él. Quería que su regalo fuera auténtico, bien hecho. Y creo que lo fue. Aún recuerdo su mirada cuando me vio aparecer así vestida. La única palabra que alcanzó a decir mientras me recorría entera con la mirada fue un simple “Jo-der”.

Lo hice sentar en una silla al lado de la cama. Por aquel entonces ambos fumábamos y él encendió un cigarrillo esperando su regalo, su espectáculo.

Puse música y comencé a moverme. Estaba muy nerviosa. Me miraba fijamente, casi en la oscuridad, mientras el humo que salía de su boca lo envolvía. No hizo falta más. Me metí en una especie de trance, moviéndome, mirándolo, provocándolo, desnudándome.

Iba vestida de negro de arriba a abajo, adornada con unas medias que me llegaban a medio muslo, lo justo para que se me viera un trocito de pierna antes de llegar a la minifalda. Toda vestida de negro… excepto la ropa interior.

Debajo de la falda llevaba pegada a la piel una faldita de encaje de color marfil, con ligueros y un tanga del mismo color. El tanga iba cosido a la falda. Si él me bajaba la falda, me lo bajaba todo. Pero él aún no lo sabía.

Sin dejar que me tocase, bailé a su alrededor, me contoneé ante sus ojos, me senté y me retorcí sobre él. Aspiré el aroma de su cuello y se me aceleró el corazón aún más. Comencé a humedecerme de un modo salvaje, ante la visión de su cuerpo, vestido, sentado bajo el mío, ante sus ojos, que no se podían separar de mis movimientos, hipnotizado.

No quería besarlo. Todavía no. Creía que, si lo hacía en ese momento, tendría que dejar de bailar para pedirle que me follara en ese mismo instante.

Mientras, mi ropa iba cayendo. Ni siquiera recuerdo cómo ni en qué orden. Sólo que cada vez estaba más desnuda, más mojada, más cachonda. En un instante, me senté sobre él dándole la espalda, dejando que pudiera ver mi culo pegado a su entrepierna. Así, sentada, me incliné hacia adelante, sólo un poco, arqueando la espalda. Creo que él comenzó a volverse loco en ese momento. Me di la vuelta y compartió su cigarrillo conmigo y, mientras yo exhalaba el humo, continuó recorriéndome con la mirada. Me volví a sentar sobre él. Esa vez, no pude evitar ceder ante sus labios entreabiertos, que me querían comer entera, empezando por mi boca.

Me deleité besando a ese hombre. Sus labios eran una locura constante. Ya no podía impedir que me tocara, así que dejé que sus manos recorrieran mi cuerpo a su antojo. Me sentía indefensa, en un trance indescriptible.

Quería que me besara, me lamiera, me arañara, que perdiera la cabeza. Que tocara mi cuerpo entero, que se le derritieran los dedos y los labios al contacto con mi piel. Necesitaba perderme y sentirme perdida. Necesitaba olvidarme de mí, del mundo y vivir en esa isla. Realmente, lo necesitaba, porque ese hombre me transformaba en un animal sin consciencia. Y si alguna vez iba a perder el control, tenía que ser ahí, en esa habitación.

Pero ni él ni yo lo perdimos. Se corrió, sin follarme, y me gustó, pero no estuvo a su altura. A la altura de lo que me provocaba. Yo, bueno, ni siquiera me corrí. No pude. Estaba demasiado pendiente de él. Demasiado pendiente de lo que sentía y de la realidad que me golpeaba en la cara, puesto que esa isla era finita.

Con prisas, dijo que se tenía que ir. Y que le había gustado mucho.
Nos vestimos y nos despedimos abajo, en la calle.

Yo había imaginado una tarde-noche repleta de gemidos, caricias, cuerpos mojados y pegados, lenguas empapadas y corridas sin cesar, pero no fue así.

Ahora, años después, empiezo a entender porqué.

14 comentarios en “Hipnosis Interrupta

  1. La historia deja una sensación entre calentón, por imaginar cómo transcurren los acontecimientos, pero al mismo tiempo de desazón. Cuando se espera que algo vaya a ser… inolvidable, o alucinante, o de pedir que no haya fin a gritos, que el resultado final no sea tal o que, como dices, «no se estuvo a la altura», el poso de decepción es inevitable.
    Con todo, me ha encantado la historia. Ya no sólo por lo bien contada que está, sino también porque es real. Quiero decir, no es una historia de «final feliz y así como empezó superexcitante el final es de orgasmos tremebundos». No. Cuenta las cosas como realmente ocurren. No hay adornos ni zarandajas.
    Y, además, me hace sentir muy identificado. Viví algo parecido. Muy parecido. Quizá algún día lo cuente…

    Mil besos.

    • @Gaearon:
      Te agradezco mucho este comentario. En serio. Demuestras que has captado exactamente lo que quería transmitir.
      Hay veces en las que apetece un relato erótico porque sí, y que todo sean fuegos artificiales. Muchas veces, la vida real nos regala esos momentos. Pero muchas otras, como tú bien dices, se convierten en situaciones agridulces que, si bien se agradece haberlas vivido, dejan un extraño sentimiento de fondo.
      Me encantaría leer esa historia que te ha ocurrido.
      Un beso.

    • maldita sea, tu comentario me gusta mas que el mio!
      (que no se porqué, me hizo mucha gracia… quizas sea el caramelo halls que me estoy tomando para desayunar/comer)

    • @Jac, querido (mamoncete):
      Eres tú el macho que me va a hacer una auténtica mujer?
      Cuántos habré encontrado así, madre mía. Luego salís con el rabo entre las piernas de lo que os acojonáis ante una mujer que sabe lo que quiere.

  2. me ha recordado esto a la pelicula de mentiras arriesgadas, al ser chico de ciudad pequeña me dejaba llevar por las modas… y la moda en ese momento era /arnol suarseneguer/. aunque suarseneguer tenia una grabadora en la mano.

    a mi me sorprendieron una vez con algo parecido (cambia negro por rojo) y al ser mi primera vez deleitado con tanta sensualidad, el principio me lo pasé en shock. eso si, al final fuimos felices y comimos perdices. la proxima vez espero reaccionar a tiempo.

    y como no se nada mas de mujeres, dejo de escribir y me voy a socializarme un poco mas.

      • eso ultimo me recuerda a lo que digo medio en broma (aunque ya se sabe que de todas las bromas hay un poco de verdad): pues yo follo mu bien, ninguna se me ha quejado… delante mia.

        escuché en alguna parte que las mujeres sabiais mejor mentir, quizas sea para no jodernos la hombria varonil… que es nuestro punto debil. tambien leí que erais mas empáticas, asique… todo concuerda.

  3. ¡¡Qué pedazo de chasco!! Creo que a mi me pasa algo así y no volvería a dejar que ese hombre dejara a tocarme, ni la espalda ni ná de ná…
    Tanto esfuerzo para nada, qué desperdicio de talento.

  4. Lo mínimo que tenía que haber hecho el físio tras el bailecito era disfrazarse de bombero (butanero, actor porno, limpiapiscinas o similar) e ir a la casa de la otra por su cumpleaños. Pero como la vida misma… tu relato no es justo, es simplemente veraz. Me gusta.

    Sobre todo la frase final.

    Bss

  5. @Noehver:
    Gracias. Es cierto, no es justo, pero es veraz.

    No entiendo muy bien qué quieres decir con ir a la casa de la otra.
    Por otro lado, no veo yo a mi fisio vestido de butanero, actor porno, limpiapiscinas o similar 😀 Me da algo del horror, vamos.

    Un saludo,

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