Tiembla

A veces pienso en mandarlo todo a la mierda, en comprar un billete de AVE y plantarme ante ti.

Agarrarte de los huevos, mirarte a los ojos y meterte en un hotel. Pero no para follarte. No. Meterte en una habitación y volver a mirarte y no dejar que desvíes la mirada. Esta vez, no.

Y decirte claramente que te dejes de hostias. Que ha llegado nuestro momento. Que me importa una mierda el resto. Que tú y yo estamos juntos en esto. En todo. Y que se vaya a tomar por culo el resto de la humanidad.

Y hacer que llores de una puta vez. Y que derrames tu alma sobre mí, duermas a mi lado durante horas y vuelvas a ser un cachorro.

Y darte la mano derecha. Y que tú, frente a mí, me des tu mano derecha. Pero no con suavidad. No como quien se da la mano. Así no. Que agarres mi mano desde el pulgar, como dos personas que tienen un vínculo. Hacerte mi amigo, mi compañero, mi socio de vida.

Que tú y yo íbamos a crecer juntos, joder. Que te queda ese recorrido y yo iba a estar a tu lado y tú al mío, entrenándonos mutuamente. Déjate de hostias y abre los ojos.

Y decirte que tú no vas a salir de esa habitación hasta que lo saques todo. El monstruo, el animal y a su puta madre. Y que me la suda. Que soy tu sparring. Que sé encajar los golpes y besar el suelo. Y que me río yo de esa puta sombra. Me río, ¿me oyes? Me río.

He formado un ejército. Se compone de fuerza, de millones de neuronas, de dos brazos, dos piernas, de noches a tu lado y alejada de ti, de tus lágrimas y de las mías, de sonrisas, de orgasmos, de monstruos que son cachorros, de miradas que se reconocen, de silencios elocuentes, de tus ojos de color indefinido, del color azul de esa camiseta, de hasta ahoras, de abuelos que siempre estarán a tu lado, de Ángeles de la Guarda, de paseos en moto por Barcelona y en coche por Madrid, de casas que son tu hogar, de mi cama que es mi reino y, por tanto, el tuyo, de ventiladores de noche, de dormir con las puertas abiertas, de duchas que no quiero compartir, de días que no quieres hablar, de tu talento, del mío, de nuestras ganas, de tu flaqueza y de la fuerza que yo saco de ellas, de mi flaqueza y tu temple, de tus abrazos que me dejan sin respiración, de bailar abrazados y que te dé vergüenza, de no saber dónde acabas tú y empiezo yo, de no saber quién es quién cuando follamos, de amarte. De amarnos.

Quiero decirte que mi ejército es paciente. Lo he adiestrado bien. Está tranquilo, te observa. Sabe que estás ahí.

Tú no vas a salir de esa habitación hasta que entres en razón. Me da igual si son minutos, horas o días. Te voy a mirar a los ojos y te vas a cagar. Y te volveré a agarrar de los huevos mientras te miro porque  a esa puta enfermedad le voy a escupir en la cara. Pero no para que se vaya, no. Sólo quiero demostrarle que no le tengo miedo. Porque se crece cuando le tememos. Pero yo, ahora me río. Mírame. Detrás de mí tengo a mi ejército. Únete a él.

Esa puta terminará por respetarme. Y acabará por hacerse mi amiga.

Y tú no vas a salir de esa habitación hasta que yo lo diga.

Por mis cojones. Por esos cojones que me salen de vez en cuando.

Y que, cuando salen, todo tiembla.

Talk to me, baby