Oda a mi jefe

Foto: Ludovica Dri

Albert es hola y un abrazo, calor desde el primer día

Albert es nervios y ansia y manos inquietas

y un ímpetu que llena habitaciones

Albert es el coraje de quien mira de frente a su cobardía

Albert es “tomamos un café” cuando quiere decir té

Es un guapo que va de los de “yo soy del montón”,

Sigue leyendo

Escala menor

Estudié 3 años de solfeo, asignatura obligatoria en el tiempo que cursé Teatro Musical. Nunca pensé que pudiera apasionarme tanto la traducción de notas y compases en algo tan sublime como la música.

En 3º, Ben nos ponía ejercicios en el pentagrama. Escribía notas, algo corto,  y nos hacía reproducirlas. Primero, sólo diciendo las notas al ritmo. Después, entonándolas. Lo que algunos veían como un ejercicio tedioso, yo lo sentía como magia: las matemáticas transformadas en música, transformadas, a su vez, en sentimientos.

Uno de los días que más me marcó fue cuando comenzamos a estudiar la escala menor. Él se sentó en su piano y empezó tocando una melodía corta en escala mayor y dijo: «Es alegría». De pronto, tocó algo en escala menor y dijo: «Produce tristeza». Lo soltó como quien se bebe un vaso de agua, acostumbrado a años de enseñanza.

Pero yo me quedé con la boca abierta. Estaba pasmada, como quien mira a un mago. El resto de alumnos asentía con la cabeza, no vi que a nadie le hubiese causado el mismo efecto hipnótico. Yo tenías ganas de gritar «ES ALUCINANTE, ¿NADIE MÁS LO NOTA?».

Qué maravilla, era la máxima expresión de lo racional transformado en visceral.

Hoy descubrí el ejemplo perfecto para mostraros de lo que os hablo. Hay una conocidísima canción de Cyndi Lauper, Girls Just Wanna Have Fun, que, para mí, siempre ha sido de lo más alegre y buenrollista que ha parido madre. Como no, en escala mayor. Me encanta esa canción.

Y va este tío, y hace una versión en escala menor: acordes, voz, todo. Y de pronto, esa canción se vuelve melancólica, totalmente diferente. La letra se torna intensa, duele. Y me deja tiesa y llorando a moco tendido.

Espero que os guste.

Oración

Empiezo las vacaciones llorando, echándote de menos, deseando que todo esto solo hubiera sido una pesadilla.

Ojalá hubiera podido ir más rápido, ojalá. Ojalá hubiera sabido hacerlo de otra manera. Ojalá todavía quisieras estar conmigo.

Ojalá.

Sé que he fracasado contigo. No supe darte más. No pude darte más. Pero quiero dártelo. Ojalá me dejases hacerlo.

Ojalá esta semana de náuseas, ansiedad y orfidales no hubieran existido.

Estoy rota. Rota porque ya no estamos juntos. Rota porque te dije «te quiero» cuando ya era demasiado tarde. Rota porque, en esa despedida, tuve que verme desde fuera para no gritarte que no me dejaras, para no empeorarlo todo.

Tengo tantas ganas de abrazarte que los brazos me queman. Me siento perdida, confusa, no entiendo nada. No puedo leerte, no quiero ver tus fotos, no puedo saber qué haces, no puedo. 

Duele.

Duele saber que podríamos haberlo hecho pero que no fuimos capaces. Duele porque me queman los dedos, porque quiero escribirte, decirte que no te vayas, que te quedes conmigo, que tu gusanillo solo está dormido.

Quédate conmigo, repito, quédate. Es la única oración que sé de memoria. 

 

 

 

 

Ya está

Pues ya está.

Ayer me envió un whatsapp largo explicándome los motivos por lo que ya no podía seguir conmigo. Le respondí que merecía algo más que un whatsapp y respondió que, por supuesto, que no tenía pensado esconderse y que su intención era hablar por teléfono o por skype, pero que en ese momento necesitaba soltarlo.

En cierto modo, que me enviara un whatsapp me dio tiempo para enfriar la cabeza y prepararme para la conversación. Mantener la calma, escuchar sus motivos, exponer mis cosas y decirnos adiós como dos personas adultas. Sigue leyendo

Tres meses después

Al hilo de mi última entrada, Confusa: me lancé a la piscina.

Le dije que sí, que comenzáramos, con muchas dudas por mi parte y sin sentir ese gusanillo del que hablaba.

No involucré demasiados sentimientos, no tenía la necesidad de hacerlo. No pasaba nada si no sabía nada de él en todo el día. Nos veíamos los fines de semana y todo empezó a ir mejor, aunque sin chispas. De hecho, cuando él me iba a recibir a la estación, no sentía eso que se debe sentir. Incluso había cosas que me molestaban de él, que no me gustaban, y aún así decidí seguir adelante. Sigue leyendo

M.

Mientras escribo esto, M. tiene su cabeza en mi pecho. Se ha despertado cuando cogía el móvil para escribir. Entre sueños, me pregunta qué escribo y yo le digo que es sobre este momento, que es para mi blog, uno que él no conoce y no va a conocer.

Y se vuelve a dormir, ahora con su respiración en mi oído, suave, pausada.

Medio desnudos en su cama, con sus rizos cortos, rubios, sobre mí, descanso, despierta, en un océano de calma.

La felicidad es esto.

Blank Space

Hoy no quería ponerme traje, ni maquillarme, ni venir a trabajar.
Se me hace un nudo en el corazón y solo quiero quedarme al sol, tomarme una caña y no hacer nada.
Cuando paso un fin de semana de introspección, los lunes cuestan.
Me gusta no hacer nada.
Me gusta mirar una pared o un techo.
Me gusta estar sola porque ya no necesito a nadie.
He cambiado.